viernes, 6 de enero de 2017

Confianza.

Sin duda, ella sabía que acababa de romper la confianza. No sé dio cuenta hasta ese instante de lo que había perdido.

Recordaba de niña, cuando todavía era pequeña y el mundo le asustaba. Temía las calles, el ruido, el ambiente. El mundo en general. Sin embargo, tenía a algunas personas determinadas en quien confiar. Sus padres, su familia. Puede que inconscientemente ella pusiera su vida en las manos de ellos infinidad de veces. La primera vez que se calló; cuando le dijeron que no tocará cierta cosa, y no lo hizo; la vez que descubrió que no debía pasar con un semáforo un rojo... Ese instinto, que los padres tienen de protección, para los niños es seguridad, que al cabo del tiempo pasa a ser confianza.
Ellos van a ser los que den los mejores consejos, y sabes que al final, siempre acabarán teniendo razón. Al fin y al cabo, pasara el tiempo que pasara, para ellos siempre sería su dulce hija.

Sin embargo, pensándolo, llegó a la conclusión de que esa relación, no la había elegido ella. En cambio, sus amigos sí. Amigos que había ido conociendo a lo largo de su vida, desde el jardín de infancia, colegio, instituto, universidad....Era ponerse a ver fotografías de todos esos momento y recordar aventuras inolvidables. Porque es verdad, la familia que elegimos es la que forman nuestros amigos. 

Claro que ella, sabía que no todo había sido un camino sencillo. Hay gente a la que conocer personas le resulta sencillo, dos palabras y tienen su confianza completamente. Ella no había sido nunca así, por lo cual valoraba demasiado a las personas que conseguían entran en su vida. No hacía falta que fueran demasiadas, eso le llenaba. Aunque, como la gente cambia, hay caídas y engaños en esas aventuras. No todo el mundo que entra, llega a quedarse. Ver fotos y mensajes le hizo caer en eso. ¿Cuántas personas habían desaparecido de su vida cuando en su momento parecían que nunca se iban a ir? 

Recordó esa pequeña pelea que tuvo de pequeña con su mejor amiga en ese momento por una tontería. Puede que fuese una tontería, pero rompió una pequeña parte de su ser. A pesar de que luego llegaron a reconciliarse, de vez en cuando le sigue dando vueltas de la verdadera amistad que podría haber surgido, y en cambio, es amistad, pero no tan profunda y asentada.
Recuerda esos cumpleaños a los que la invitaban las niñas de su clase. Todas en ese momento eran una piña. Pero todo decae a cierta edad, y cuando no la invitaron, lloró por ser tan idiota. Una idiota de 10 años.
Recordó la gente que entraba nueva en clase y que le hacía sentir nueva. Conocer a alguien nuevo entre tanta multitud era agradable. Hasta que abusaban de la confianza.

Pero sobretodo, recuerda las grandes pérdidas. Porque, al fin y al cabo, una persona que ha entrado en tu vida hace poco tiempo, normalmente no suele dejar huella grande. Pueden surgir muchas putadas, pero te demuestran la verdadera persona que has pretendido conocer. 
Esas grandes pérdidas que recuerda, son distintas. Son dolorosas, que por mucho que se pretendan olvidar, es imposible. Una persona que se ha ganado tu confianza, se ha ganado una parte de tu ser. Te ha cambiado, puede que de manera positiva o negativa. Ha dejado huella. Los años acaban haciendo eso. 

Un error, puede irse en días, si a la persona la quieres, y te quiere, sea amistad o amor, todo se solucionara. Un fallo gordo no tanto. Ella recordaba fallos gordos de personas que ya no estaban con ella, por suerte o por desgracia, porque le habían hecho daño. Además, si encima ella estaba dando lo mejor de sí por esa persona. Es que claro, hay que aclarar lo que es distanciamiento natural, a distanciamiento forzado por una situación. Ella había sufrido todo, como cualquier persona, pero el segundo es el que marca. Porque es inesperado, de alguien que ha roto las paredes de tu confianza. Demuestra que ya no quiere ser más parte de tu familia elegida, y, aunque tú lo intentes arreglar, es tóxico al final. 
Ella lo sabía. No sabía si la otra persona tendría la suficiente voluntad para olvidar todo, pero ella no, después de un año, no podía. Era tonta y lo sabía. Pero sin duda tenía claro que lo que más le había dolido era que había quedado en evidencia a su alrededor por la otra persona, lo había arriesgado todo, para luego no recibir nada bueno. Solo cuchillos. 

Claro que, aprendió. Valora lo que tiene a su alrededor en cada instante. Sabe que igual que recibe, debe dar, porque eso es la confianza. Y hay que tener cuidado. Las amistades verdaderas, no sabía si eran las que tenía ahora, pero ciertamente creía que sí. Habían estado en esos momentos difíciles, y el apoyo es la base de todo. No todos somos duros como piedras. Necesitamos cariño, alegría y sentimentalismo en nuestra vida. Sin eso, no somos nada. Y ya lo había recibido, y lo sigue haciendo por quienes están ahí. Esas fotografías son las reales y que perduran, de momento. Por lo menos, sabe que merece la pena luchar por ellas después de todo.

Una confianza es tan fácil como un cristal. Cuesta hacerlo y mantenerlo, pero fácil de romper. Ella sabía que el pegamento no podía arreglar nada, las grietas seguían ahí a pesar de todo. Debía vivir con ello, puesto que no creía en que el tiempo arreglase todo.
Hay una delgada línea entre confianza y sufrimiento.



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